
El recorrido empieza en subida. Por el camino, el profesor nos indica que algunas de las rocas que vemos al margen de la carretera son seguramente parte de la antigua manera de subir a la cima del monte. Por aquí muchos peregrinos antiguos (gracias a los cuáles podemos hoy seguir investigando la arqueología de la zona) subieron buscando los lugares santos; quizá estos “escalones naturales” fueron usados por Jesús y sus discípulos en sus “retiros” al Monte, a “un lugar tranquilo”…
Dejando a la derecha el cementerio judío, entramos en los límites de la posesión de la Custodia de Tierra Santa. Nos detenemos ante unos asombrosos yacimientos arqueológicos, famosos por ser los primeros en los que se encontraron tumbas de período tardo-helenístico y romano con nombres tan conocidos como Mateo, Santiago, Jesús, Judas, etc. La pregunta obvia, debido al fragor de las noticias, se lanza al aire. La respuesta del profesor es categórica. El sensacionalismo es mal compañero de la actividad arqueológica.
Visitamos la capilla moderna, de 1955, construida sobre las ruinas de otra capilla bizantina. Me sobrecojo por las vistas. La capilla actual cambia la orientación de la primera, para permitir al visitante (y al celebrante) la magnífica visión. Nuestra suerte no es completa, pues el cielo gris sigue derramándose sobre Jerusalén. Pero aún así, viene a mi mente aquello del Salmo 122: “Jerusalén, construida como ciudad bien compacta”. Es una traducción difícil la de este versículo, pero que se entiende desde esta vista: una ciudad encerrada entre sus muros, con una sensación que puede llegar a agobiar, pero que sacia de seguridad y grandiosidad.
Jesús seguramente vio una panorámica similar, y al seguro que se le vinieron a la mente éste y otros muchos textos sálmicos y bíblicos que cantan la belleza de Jerusalén. La visita continuó en ascenso, pero mi espíritu se detuvo allí por un momento, adquiriendo la calidad del espíritu de cualquier peregrino que se dirige a Jerusalén desde tiempo inmemorial.
Para más información, aquí va una página breve, en inglés, pero que contiene la información necesaria para conocer la historia de la capilla y de sus alrededores: Dominus Flevit
Dejando a la derecha el cementerio judío, entramos en los límites de la posesión de la Custodia de Tierra Santa. Nos detenemos ante unos asombrosos yacimientos arqueológicos, famosos por ser los primeros en los que se encontraron tumbas de período tardo-helenístico y romano con nombres tan conocidos como Mateo, Santiago, Jesús, Judas, etc. La pregunta obvia, debido al fragor de las noticias, se lanza al aire. La respuesta del profesor es categórica. El sensacionalismo es mal compañero de la actividad arqueológica.
Visitamos la capilla moderna, de 1955, construida sobre las ruinas de otra capilla bizantina. Me sobrecojo por las vistas. La capilla actual cambia la orientación de la primera, para permitir al visitante (y al celebrante) la magnífica visión. Nuestra suerte no es completa, pues el cielo gris sigue derramándose sobre Jerusalén. Pero aún así, viene a mi mente aquello del Salmo 122: “Jerusalén, construida como ciudad bien compacta”. Es una traducción difícil la de este versículo, pero que se entiende desde esta vista: una ciudad encerrada entre sus muros, con una sensación que puede llegar a agobiar, pero que sacia de seguridad y grandiosidad.
Jesús seguramente vio una panorámica similar, y al seguro que se le vinieron a la mente éste y otros muchos textos sálmicos y bíblicos que cantan la belleza de Jerusalén. La visita continuó en ascenso, pero mi espíritu se detuvo allí por un momento, adquiriendo la calidad del espíritu de cualquier peregrino que se dirige a Jerusalén desde tiempo inmemorial.
Para más información, aquí va una página breve, en inglés, pero que contiene la información necesaria para conocer la historia de la capilla y de sus alrededores: Dominus Flevit
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