Mat 2,16-18 Entonces Herodes, viéndose burlado por los magos, se irritó sobremanera y mandó matar a todos los niños que había en Belén y en sus términos de dos años para abajo, según el tiempo que con diligencia había inquirido de los magos. Entonces se cumplió la palabra del profeta Jeremías, que dice:
"Una voz se oye en Rama, lamentación y gemido grande: es Raquel, que llora a sus hijos y rehusa ser consolada, porque no existen."
¿Podía imaginarse el evangelista que algún día Raquel pediría la ayuda de Herodes para matar en su seno a su hijo no nacido?
Pues en los últimos 20 años, alrededor de un millón de "Raqueles" españolas han solicitado que sus hijos fueran ejecutados en sus senos maternos por los Herodes modernos, que van en bata blanca y se lucran con su actividad asesina
Porque, sépanlo ustedes, por muy legal que sea dicha actividad, los que la practican son ni más ni menos que eso: asesinos de niños inocentes. Herodes modernos que llenan sus cuentas bancarias a cambio de despedazar a seres humanos en el seno de sus madres.
Algo ocurre en esta sociedad cuando algo tan sagrado como es el instinto materno, el mismo que garantiza la supervivencia de la raza humana, es anulado y machacado por la cultura de la muerte que se nos quiere imponer bajo el vestido de la legitimación democrática. La misma a la que podía aludir Hitler cuando venció en las urnas con un programa que ya mostraba los indicios de lo que luego supuso para su país y para el mundo. Y es que, dejémoslo claro, la legitimidad del asesinato de inocentes en el seno materno a principios del siglo XXI, es la misma que la legitimidad del asesinato de niños menores de dos años en los alrededores de Belén a principios del siglo I de nuestra era. Herodes envió a sus soldados para que entraran en las casas y arrancaran a los niños inocentes de los brazos de sus madres para asesinarles a sangre fría. Hoy las madres ofrecen su seno para que les arranquen del mismo a sus hijos y así Herodes los deposite en el cubo de la basura.
Maldito fue Herodes y maldita es la sociedad que al callar o mirar para otro lado, se hace cómplice de semejante holocausto. Maldito Herodes y malditos los diputados que votaron sí a la despenalización del aborto en España. Y malditos los diputados que, diciéndose hoy cristianos, no ponen todo su empeño en al menos dar la batalla en sus partidos y ante la opinión pública por esta cuestión. Porque de ellos se puede decir con verdad aquello de: "y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado" (Stg 4,17)
Eta es casi una asociación benéfica si la comparamos con el conjunto de las clínicas abortivas que operan en este país. En una semana mueren más seres humanos en esas clínicas que todos los que han muerto a manos de la banda asesina. Cada día hay en España un 11-M, un tren de la muerte con parada en cada una de esas clínicas. Pero no nos mostrarán en los medios audiovisuales el resultado de ese 11-M diario. No veremos el resultado de la acción de los fundamentalistas del bisturí y la bata blanca que rinden cuentas al dios del aborto. Saben que si tan sólo una vez en horario de máxima audiencia, pudiéramos ver de verdad lo que ocurre en esas clínicas abortivas, quizás su negocio se vería en peligro. ¿O quizás no? ¿o quizás la conciencia de la sociedad española está tan cauterizada que seguirían produciéndose cerca de cien mil abortos anuales, aunque viéramos de forma clara cómo se hace un aborto? No lo descarto.
La Iglesia de Cristo ha de ser luz en medio de las tinieblas. Ha de ser una voz de denuncia de este gran holocausto moderno. No podemos callar, no podemos disminuir la contundencia de nuestra protesta, no podemos cejar en el empeño de arrancar de cuajo las raíces de la cultura de la muerte, o un tsunami de destrucción nos llevará por delante junto con el resto. Si nosotros callamos, las piedras hablarán. Salgamos de nuevo a la calle. Formemos conciencias desde los púlpitos para que los cristianos sepan argumentar a favor de la cultura de la vida cuando salen de los templos. Usemos los medios de comunicación a nuestra disposición para dar la batalla en la opinión pública, en favor de ese otro millón de inocentes que pueden ser aniquilados en los próximos diez años. Prediquemos el evangelio, que es la mejor medicina para derrotal al mal. Y así la maldición se convertirá en bendición.
Roguemos al Dios hecho niño en los brazos de María, para que interceda ante el trono de su Padre en el cielo por todos y cada uno de esos inocentes que no han podido ver la luz en esta tierra. Que por sus méritos en la cruz, esos niñitos puedan ver la luz divina que llena el alma, que da la vida, que lleva a la felicidad eterna fruto de la contemplación del rostro de Dios. Porque como bien dice el Salmo: "Aunque mi padre y mi madre me dejaran, Con todo, Dios me recogerá."
Recógelos Señor y prepárales un lugar junto con aquellos de nosotros que alcancemos la gracia de morir en paz contigo.
Luis Fernando Pérez Bustamante
"Una voz se oye en Rama, lamentación y gemido grande: es Raquel, que llora a sus hijos y rehusa ser consolada, porque no existen."
¿Podía imaginarse el evangelista que algún día Raquel pediría la ayuda de Herodes para matar en su seno a su hijo no nacido?
Pues en los últimos 20 años, alrededor de un millón de "Raqueles" españolas han solicitado que sus hijos fueran ejecutados en sus senos maternos por los Herodes modernos, que van en bata blanca y se lucran con su actividad asesina
Porque, sépanlo ustedes, por muy legal que sea dicha actividad, los que la practican son ni más ni menos que eso: asesinos de niños inocentes. Herodes modernos que llenan sus cuentas bancarias a cambio de despedazar a seres humanos en el seno de sus madres.
Algo ocurre en esta sociedad cuando algo tan sagrado como es el instinto materno, el mismo que garantiza la supervivencia de la raza humana, es anulado y machacado por la cultura de la muerte que se nos quiere imponer bajo el vestido de la legitimación democrática. La misma a la que podía aludir Hitler cuando venció en las urnas con un programa que ya mostraba los indicios de lo que luego supuso para su país y para el mundo. Y es que, dejémoslo claro, la legitimidad del asesinato de inocentes en el seno materno a principios del siglo XXI, es la misma que la legitimidad del asesinato de niños menores de dos años en los alrededores de Belén a principios del siglo I de nuestra era. Herodes envió a sus soldados para que entraran en las casas y arrancaran a los niños inocentes de los brazos de sus madres para asesinarles a sangre fría. Hoy las madres ofrecen su seno para que les arranquen del mismo a sus hijos y así Herodes los deposite en el cubo de la basura.
Maldito fue Herodes y maldita es la sociedad que al callar o mirar para otro lado, se hace cómplice de semejante holocausto. Maldito Herodes y malditos los diputados que votaron sí a la despenalización del aborto en España. Y malditos los diputados que, diciéndose hoy cristianos, no ponen todo su empeño en al menos dar la batalla en sus partidos y ante la opinión pública por esta cuestión. Porque de ellos se puede decir con verdad aquello de: "y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado" (Stg 4,17)
Eta es casi una asociación benéfica si la comparamos con el conjunto de las clínicas abortivas que operan en este país. En una semana mueren más seres humanos en esas clínicas que todos los que han muerto a manos de la banda asesina. Cada día hay en España un 11-M, un tren de la muerte con parada en cada una de esas clínicas. Pero no nos mostrarán en los medios audiovisuales el resultado de ese 11-M diario. No veremos el resultado de la acción de los fundamentalistas del bisturí y la bata blanca que rinden cuentas al dios del aborto. Saben que si tan sólo una vez en horario de máxima audiencia, pudiéramos ver de verdad lo que ocurre en esas clínicas abortivas, quizás su negocio se vería en peligro. ¿O quizás no? ¿o quizás la conciencia de la sociedad española está tan cauterizada que seguirían produciéndose cerca de cien mil abortos anuales, aunque viéramos de forma clara cómo se hace un aborto? No lo descarto.
La Iglesia de Cristo ha de ser luz en medio de las tinieblas. Ha de ser una voz de denuncia de este gran holocausto moderno. No podemos callar, no podemos disminuir la contundencia de nuestra protesta, no podemos cejar en el empeño de arrancar de cuajo las raíces de la cultura de la muerte, o un tsunami de destrucción nos llevará por delante junto con el resto. Si nosotros callamos, las piedras hablarán. Salgamos de nuevo a la calle. Formemos conciencias desde los púlpitos para que los cristianos sepan argumentar a favor de la cultura de la vida cuando salen de los templos. Usemos los medios de comunicación a nuestra disposición para dar la batalla en la opinión pública, en favor de ese otro millón de inocentes que pueden ser aniquilados en los próximos diez años. Prediquemos el evangelio, que es la mejor medicina para derrotal al mal. Y así la maldición se convertirá en bendición.
Roguemos al Dios hecho niño en los brazos de María, para que interceda ante el trono de su Padre en el cielo por todos y cada uno de esos inocentes que no han podido ver la luz en esta tierra. Que por sus méritos en la cruz, esos niñitos puedan ver la luz divina que llena el alma, que da la vida, que lleva a la felicidad eterna fruto de la contemplación del rostro de Dios. Porque como bien dice el Salmo: "Aunque mi padre y mi madre me dejaran, Con todo, Dios me recogerá."
Recógelos Señor y prepárales un lugar junto con aquellos de nosotros que alcancemos la gracia de morir en paz contigo.
Luis Fernando Pérez Bustamante
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