He escrito este post a petición de un amigo, brasileño, que lo ha publicado en su blog sobre Tierra Santa. Desde aquí mi agradecimiento no sólo por este hecho, sino por sus largas horas de acompañamiento en esta peregrinación. Obrigado, Frei Fabrício.
Visiten aquí su blog.
Cuando, desde nuestros países natales, occidentales (en mi caso, España) oímos la palabra “árabe”, inmediatamente viene a nuestra mente la idea de “musulmán”, y en algunos casos, “terrorismo”, o al menos, intolerancia religiosa. Con la mano en el corazón, puedo decir que este fue mi caso, antes de mi llegada a Tierra Santa hace ya casi dos meses; y por supuesto, antes de conocer a Suad, Tony, Jacqueline…, cristianos católicos, que confiesan a Jesús como Mesías en lengua árabe.
La suerte me ha hecho encontrar a estas personas, grandes de corazón y de alma, que viven su fe en medio de unas dificultades insospechadas por la gran mayoría de católicos. Aunque la minoría cristiana palestina convive sin mayores problemas con los musulmanes, a veces surgen conflictos. Pero no es lo más común. Sin embargo, sí que viven “asimilados” por el hecho de ser palestinos, con respecto a las autoridades judías. Me explico: los soldados, policías e incluso los dirigentes políticos hebreos parece que no distinguen entre cristianos y musulmanes dentro de la población palestina. Piénsese el resultado de intentar distinguir entre diferentes confesiones cristianas. El resultado: más y más problemas, por ejemplo, para poder ir a Jerusalén a celebrar la Semana Santa, algo que los “turistas” occidentales podemos hacer casi sin ninguna perturbación. O el tener que soportar controles para pasar de una ciudad a otra (dentro del territorio supuestamente bajo control de la autoridad palestina) que son, al menos, humillantes, a parte de ilegales.
Como ya he dicho, he tenido la gran fortuna de encontrarme personalmente, y crear lazos de amistad con algunos cristianos de Tierra Santa. Su acogida, su atención, su amabilidad son signo de sus raíces semíticas, además de una señal de lo profundo que llega en ellos las enseñanzas de Jesús. Quien dé un vaso de agua a alguien en mi nombre… Este post quiere ser un agradecimiento a este pueblo de puertas abiertas, de profundas convicciones y de arraigadas costumbres que me ha recibido de una manera inesperada y ha abierto mis ojos a una realidad que me era totalmente ajena y desconocida. Y al mismo tiempo, este post debe empezar a abrir los ojos de todos los que lo lean: nuestros hermanos cristianos, pocos en número pero grandes de alma, están sufriendo. No pretendo crear o aumentar un sentimiento anti-judío. Al contrario, me gustaría que nuestro apoyo como cristianos pasase por el diálogo y la colaboración para que el conflicto acabe de la mejor manera posible. Pero sí he de reconocer que la situación es más complicada de lo que se oye fuera de estas tierras. Así que, pidamos a Dios que dé luz a todos los implicados en la construcción de la sociedad, para que se pueda hacer realidad lo que dice Isaías: “de las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. Ya no se alzará pueblo contra pueblo, ni se prepararán para la guerra. Casa de Jacob, ven, caminemos en la luz del Señor.”
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Cuando, desde nuestros países natales, occidentales (en mi caso, España) oímos la palabra “árabe”, inmediatamente viene a nuestra mente la idea de “musulmán”, y en algunos casos, “terrorismo”, o al menos, intolerancia religiosa. Con la mano en el corazón, puedo decir que este fue mi caso, antes de mi llegada a Tierra Santa hace ya casi dos meses; y por supuesto, antes de conocer a Suad, Tony, Jacqueline…, cristianos católicos, que confiesan a Jesús como Mesías en lengua árabe.
La suerte me ha hecho encontrar a estas personas, grandes de corazón y de alma, que viven su fe en medio de unas dificultades insospechadas por la gran mayoría de católicos. Aunque la minoría cristiana palestina convive sin mayores problemas con los musulmanes, a veces surgen conflictos. Pero no es lo más común. Sin embargo, sí que viven “asimilados” por el hecho de ser palestinos, con respecto a las autoridades judías. Me explico: los soldados, policías e incluso los dirigentes políticos hebreos parece que no distinguen entre cristianos y musulmanes dentro de la población palestina. Piénsese el resultado de intentar distinguir entre diferentes confesiones cristianas. El resultado: más y más problemas, por ejemplo, para poder ir a Jerusalén a celebrar la Semana Santa, algo que los “turistas” occidentales podemos hacer casi sin ninguna perturbación. O el tener que soportar controles para pasar de una ciudad a otra (dentro del territorio supuestamente bajo control de la autoridad palestina) que son, al menos, humillantes, a parte de ilegales.
Como ya he dicho, he tenido la gran fortuna de encontrarme personalmente, y crear lazos de amistad con algunos cristianos de Tierra Santa. Su acogida, su atención, su amabilidad son signo de sus raíces semíticas, además de una señal de lo profundo que llega en ellos las enseñanzas de Jesús. Quien dé un vaso de agua a alguien en mi nombre… Este post quiere ser un agradecimiento a este pueblo de puertas abiertas, de profundas convicciones y de arraigadas costumbres que me ha recibido de una manera inesperada y ha abierto mis ojos a una realidad que me era totalmente ajena y desconocida. Y al mismo tiempo, este post debe empezar a abrir los ojos de todos los que lo lean: nuestros hermanos cristianos, pocos en número pero grandes de alma, están sufriendo. No pretendo crear o aumentar un sentimiento anti-judío. Al contrario, me gustaría que nuestro apoyo como cristianos pasase por el diálogo y la colaboración para que el conflicto acabe de la mejor manera posible. Pero sí he de reconocer que la situación es más complicada de lo que se oye fuera de estas tierras. Así que, pidamos a Dios que dé luz a todos los implicados en la construcción de la sociedad, para que se pueda hacer realidad lo que dice Isaías: “de las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. Ya no se alzará pueblo contra pueblo, ni se prepararán para la guerra. Casa de Jacob, ven, caminemos en la luz del Señor.”
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