Si nos alcanza la maldición del enemigo, porque no puede soportar nuestra presencia, debemos levantar las manos para bendecirlos: vosotros, nuestros enemigos, sed bendecidos por Dios, vuestra maldición no puede destruirnos, pero que vuestra pobreza quede colmada con la riqueza de Dios, con las bendiciones de aquel contra el que inútilmente os dirigís. Queremos soportar vuestras maldiciones, si, con esto, conseguimos que seáis bendecidos
Dietrich Bonhoeffer (teólogo y martir cristiano del nazismo)
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