Cada vez son más los programas de televisión, radio e incluso periódicos que tratan de convertir la realidad en motivo de risa. Y no solo se hace comedia de temas banales, a lo cual no me opongo, sino que tratan con el mismo rasero temas de vital importancia para la sociedad: la investigación con células madres, la confrontación política, los derechos del trabajador o la familia... todos estos temas y otros muchos han caído en las garras de la frivolidad. De esta forma, la confusión de mucha gente es total, y en el momento de juzgar los hechos uno se puede preguntar ¿que es importante y trascendente y que no lo es? ¿sobre qué puedo basar mi elección como ciudadano? Y si en el tejido democrático, la célula que es el ciudadano no está bien alimentada, el cuerpo está sentenciado a morir, y en el mejor de los casos a caer en una enfermiza debilidad.
Pero aquí no acaba todo. Lo que podíamos llamar “amarillismo informativo”, que comenzó por la crónica social y que ha tocado ya de lleno a lo nuclear de toda sociedad, ha entrado con fuerza en la información eclesial.
Sus fuentes casi siempre son anónimas, sus afirmaciones muchas veces solo son rumores, y los chismes son elevados a la categoría de verdad.
Sus autores tantas veces son igualmente anónimos, o usan pseudónimos, o ponen su firma pero amparándose tras las fuentes anónimas. A esto se le llama en mi pueblo, cobardía.
Sus objetivos informativos no son ni el bien, ni la construcción de la sociedad eclesial, ni siquiera muchas veces la verdad. Quizás su objetivo solo sea la vanidad que da el ver una pluma o un teclado en las manos.
Y perdonen que de un paso más: para más INRI se trata de un amarillismo informativo católico. Católico porque se dirige a la Iglesia Católica y porque está hecho por miembros de la Iglesia Católica. Bueno, pues a estos católicos quiero decirle dos cosas: primero, en ningún reglamento de ética profesional se sustenta esta tendencia periodística, por lo tanto no están haciendo ningún bien a la profesión que ejercen; segundo, en ninguna eclesiología se sostiene esta visión de Iglesia totalmente horizontal y mundano-política; por lo tanto, no están haciendo ningún bien a la construcción del Reino de Dios.
Dejemos la fama, que es a veces lo que se busca, para los famosos; el chisme para el chismoso; y retomemos la senda de la bondad, la verdad y la belleza que el periodismo religioso y todo periodismo tuvo como vocación originaria». (Pablo Garzón)
1 comentarios :
Aunque no tiene que ver exactamente con lo que Pablo plantea no he podido resistir la tentación de comentar una noticia aparecida esta misma mañana en un periódico de Canarias. El periodista escribe una noticia sobre la desaparición de 60 coches de un almacén municipal y empieza la noticia de la siguiente forma:
"La Iglesia dice que no existe el limbo, pero para la Justicia tampoco. De ahí que se haya iniciado una investigación para averiguar el paradero de al menos 60 coches de los que no se tiene constancia que fueran destruidos, pero que sin embargo no están en el potrero municipal de Telde. El juez tira del hilo..."
Jajaja, me ha resultado cuanto menos, gracioso y desde luego, es indicativo de la importancia de generar información en esta sociedad. Es lo de aquel principio: "si no es noticia, no existe" y al contrario, claro. ¿Habrá seguido este periodista el desarrollo de las reuniones de la Comisión Teológica Internacional? ¿Tiene en su poder algún documento oficial sobre la doctrina del Limbo?... Divertido.
Publicar un comentario