Me gustaría compartir una de mis últimas lecturas: se trata de una biografía teológica, la autobiografía de un teólogo. El libro se llama Libertad conquistada, excelente traducción del difícil original alemán Erkämpfte Freiheit. Su autor es Hans Küng.
Alguno de los sufridos lectores del Blog, al leer el nombre del autor del libro habrán considerado mejor emplear su tiempo en buscar cosas más interesantes en el Google. Y en eso, quizá tengan razón. Otros creerán que me dispongo a acometer una gran crítica de la terrible situación eclesial al hilo de las iluminadas reflexiones del teólogo de Sursee. Créanme que lo siento por estos últimos, porque también acabaré defraudándoles.
¿Qué es esto, entonces? Me gustaría comentar algunas impresiones que me han quedado con la lectura del libro. La verdad es que no tomé ninguna nota, lo cual justifica que les exonere de leer las referencias y citas literales al libro. Pero he de decir que me fueron quedando algunas impresiones a lo largo de la lectura. Llevo tiempo dándole forma a estas notas, pero la crónica sobre el joven Ratzinger publicada por Rubén García Peláez me ha estimulado a terminar. Gracias, Rubén.
Se trata de un libro muy bien editado, con una excelente traducción y tremendamente caro (38 € ). Esto está en la línea de Trotta, me refiero en la línea editorial, de cuidado en la edición y… muy caros. Como decía un amigo mío – perdonen lo simple de la afirmación – “libros progres a precios carcas”.
Por suerte, además de amigos con frases lapidarias, también tengo amigos que prestan libros caros. Y leí el libro del Dr. Küng con fruición, con el apetito abierto por la recensión que le dedica Gabino Uríbarri en el penúltimo número de Estudios Eclesiásticos.
El estilo literario del Dr. Küng es excelente y no resulta fácil interrumpir la lectura. La situación eclesial y teológica de las épocas que describe queda muy bien reflejada. Esta contextualización, que relaciona la teología con la vida, es uno de los atractivos que encuentro en las autobiografías de teólogos. He leído algunas ya: Congar, Ratzinger, Häring, Schillebeeckx, e incluso las entrevistas a Karl Rahner. La del Dr. Küng es diferente: aunque las otras biografías se centran en el personaje (no puede ser de otro modo), Libertad Conquistada parece ser una hagiografía del Dr. Küng escrita por el Dr. Küng
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APOTEOSIS Y AJUSTE DE CUENTAS DEL Dr. KÜNG
Desde el principio, se nos lleva de la mano para mostrarnos que el teólogo suizo estaba predestinado a la gloria. No se ahorra el parangón ni con Guillermo Tell ni con Kennedy. Aunque no son demasiadas, el escritor consigue encontrar figuras de su altura para compararlas consigo. El Dr. Küng se siente incomprendido como Darwin (332) e incluso en su origen suizo encuentra la explicación de su vocación a la libertad, a conquistar la libertad, de la que es símbolo su amada Confederación Helvética. Quien tenga dudas acerca de esto que digo, que el libro es en buena medida una apotheosis, una “glorificación en vida”, sólo tiene que contar cuántas son las páginas dedicadas exclusivamente a enumerar los propios méritos. Sorprende encontrar apenas dos o tres confesiones de la propia limitación, que serían lógicas en cualquier creyente que lee teológicamente su existencia.
Lo que sí encontramos son ajustes de cuentas. Mi relato perdería mucho interés si les aburriera con las críticas a Tromp o Ottaviani, o si me detuviera en las observaciones que hace sobre Pablo VI. Lo que sorprende son sus críticas a Rahner, al que llama su amigo (329-335); las críticas ferocísimas que dirige contra los historiadores del Concilio (Alberigo y su escuela de Bolonia), con la grave acusación … ¡¡¡ de no haber destacado lo suficiente las aportaciones del Dr. Küng al Concilio !!! (276-277. 313). Por último, sus ajustes de cuentas con la jerarquía de la Iglesia católica. O mejor: con aquellos “jerarcas” que antes fueron compañeros teólogos de Universidad. Continuamente revolotea la sospecha de que, si hoy son obispos (uno de ellos de la diócesis de Roma), fue porque de algún modo lo buscaron. En cambio, el Dr. Küng no buscó la mitra o no la consiguió, o las dos cosas y pongan Vds. primero la que les plazca. En cambio el Dr. Küng consiguió otro tipo de “mitras”, no eclesiásticas sino más bien humanas (o como dice Nietzsche, “demasiado humanas”). Me ceñiré a su amistad con un personaje, que sólo aparece dos veces en el grueso libro: Kofi Annan. Con la primera comparecencia del político nigeriano, al principio del libro, sabemos del nombramiento del Dr. Küng para el “Group of Eminent Persons” de la ONU (13). El político nigeriano no vuelve a aparecer hasta el final. Permítanme ponerles el texto:
“El 16 de abril de 2002 Joseph Ratzinger celebra en el Vaticano, bajo las salvas (sólo de fogueo) de 400 soldados de montaña bávaros del Tegernsee, su 75 cumpleaños… El 19 de marzo de 2003, después de haber dejado mi cátedra a un sucesor en 1996… espero poder celebrar mi 75 aniversario en Tubinga. Y puedo asegurarlo ya: en mi fiesta de cumpleaños no habrá disparos pero no faltará gente. El secretario general de la ONU Kofi Annan… ha aceptado mi invitación” (593s).
Los comentarios se los dejo a Vds. porque son inteligentes y seguro que se les ocurren ideas mejores que a mí. Me pica la curiosidad, eso sí, de saber cómo reaccionó el Dr. Küng (tan sensible a las connivencias eclesiásticas con el poder civil) ante las acusaciones de corrupción que formularon a su amigo Annan. Como ven, empiezo a derivar en la crónica rosa o, peor, en la amarilla. Por eso quizá sea mejor centrarnos en el interés teológico del libro, que no es pequeño.
EL CAMINO (¿TEOLÓGICO?) DEL DR. KÜNG
Que nadie vea en las críticas de más arriba un intento de descalificar a un gran teólogo como (fue) el Dr. Küng por parte de un aspirante provinciano al doctorado en teología. Reconocer los méritos de su obra teológica es de justicia y de fidelidad a la verdad. Ahora mismo se me ocurren pocas tesis doctorales que, como la del Dr. Küng, hayan marcado el ritmo teológico y ecuménico de una época. Pongo el énfasis en que era una tesis doctoral: el trabajo académico de un joven estudiante sobre la teología de la justificación en Karl Barth cambió la historia del acercamiento al problema. Las diferencias entre ambas teologías, la teología católica y la evangélica representada por Barth, no justificaban la división eclesial y la multisecular desconfianza mutua entre las Iglesias. La amargura de Küng, al contar que tuvo que seguir por televisión la firma del acuerdo sobre la justificación, es más que comprensible, teniendo en cuenta que él había comenzado a romper el hielo teológico (194s).
Lo mismo puede afirmarse de sus libros sobre el concilio y sobre La Iglesia. Ciertamente, el Concilio se benefició del estudio del Dr. Küng. Y mucho. Pero de ahí a considerar el Concilio y la declaración sobre la justificación como un éxito personal, hay mucha distancia. Pero el Dr. Küng así lo cree: basta con mirar el título del apartado dedicado al acuerdo ecuménico de 1999: “Triunfo tardío”. Desde bien joven, el Dr. Küng afirma haber tenido conciencia de estar haciendo su propio camino (“Going my way” es el título de una película que el Dr. Küng cita a menudo, por ejemplo en 144). Por desgracia, he tenido continuamente la impresión de que ha recorrido solo su camino, y que de esa opción por seguir su camino dependen todas las críticas vertidas a quien osa criticar su trabajo.
El camino del Dr. Küng. Se ve claro en las razones que aduce para no entrar en la comisión teológica del Concilio:
“Sin duda, podría lograr en la Comisión algunas correcciones; pero esas también puedo conseguirlas con mayor eficacia a través de enmiendas de obispos en el pleno conciliar. ¿Y las demás consecuencias para mí personalmente? Si estoy trabajando en la Comisión, al final o tendré que hacer mío el resultado con los demás o tendré que hacer constar mi disconformidad. ¿No corro el peligro de un “también tú” que luego me hará más difícil adoptar públicamente una posición crítica? ¿No podría en juego mi credibilidad personal, hasta ahora probablemente mi triunfo más valioso ante la opinión pública?” (459).
Quizá esa es la clave que explica todo lo que ha venido después: los reconocimientos por parte de tantos son reconocimientos al Dr. Küng, que mantiene su titánico y solitario camino. Sus triunfos han sido suyos. Sólo suyos. Los reconocimientos que recibe (y debería ser extraño en un teólogo) no son reconocimientos a un ministerio eclesial, sino (muy a ménudo) bofetadas a la Iglesia en forma de "reconocimientos a un teólogo crítico". Lo solitario del camino del Dr. Küng provoca que algunos (entre los que me incluyo), admiradores confesos de algunas aportaciones suyas, nos veamos obligados a dar mil explicaciones cuando defendemos la importancia de tales aportaciones. Antes de leer esta autobiografía, me extrañaba que le hubieran retirado la venia docendi. Tras leer su propio relato, el relato que él hace de su propio camino, estoy convencido de que la medida canónica sólo puso nombre a la opción personal del Dr. Küng: going his way, su camino, pero no el de la Iglesia.
Éste, y no sus arranques de arrogancia, es el auténtico motivo de mi disenso de fondo con el Dr. Küng. El mejor ejemplo de una época en que los teólogos eran estrellas de cine, en la que unos jóvenes profesores de teología cambiaron sus cátedras por la comisión del Concilio, y en vez de jóvenes alumnos tuvieron la oportunidad de enseñar a los pastores de la Iglesia. Me parece que el Dr. Küng se emborrachó de poder, del poder que concede saberse escuchado, aún más, de saber que las propias palabras influyen. Tal vez por eso, el teólogo Hans Küng pasó hace algún tiempo a ser tan sólo el Dr. Küng, que diseñaba en su laboratorio el proyecto de una Iglesia ideal. ¿Qué más da que de la Iglesia ideal pasara a la ética mundial? El problema siempre es el mismo: un idealismo que constriñe la realidad a las propias elucubraciones.Lo siento de verdad, y lo siento por dos cosas: no sé si hoy quedan mentes teológicas de la altura del Dr. Küng, pero aún hay algo más doloroso: las intuiciones del Dr. Küng, en las que hay tanto de válido, han quedado marcadas por el proyecto global en el que se enmarcaban. Por desgracia, el Dr. Küng acabó dándole la razón a los de siempre, a los que no quieren que nada cambie pero después siempre se apuntan el tanto; a aquellos que intentan imponer en la Iglesia el “quien se mueva no sale en la foto” y después ondean la bandera de la renovación. En definitiva, a los que piensan como aquellos que miraron siempre con desprecio al rubio curita suizo, que dijeron que aquellas innovaciones no podían tolerarse y hoy se benefician de sus investigaciones sin citarlo (y, aún más, sin entenderlo!!). Lástima, porque el Dr. Küng ha acabado por darles la razón.
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2 comentarios :
Qué interesante comentario!
Gracias por compartirme.
Saludos!
Me gustó mucho el libro de Küng ¿Existe Dios? y estoy parcialmente de acuerdo con él en la controversia que sucitó por la infabilidad pontificia.
Pero es verdad. Al parecer Küng se ha convertido en superestrella. Ahora que viene a México la librería Gandhi anda «becando» a todo el que quiera ver al gran teólogo. En la compra de $600.00 en libros, el afortunado sólo tendrá que pagar $500.00 para ver al gran maestro...
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