El arzobispo Albert Malcom Ranjith Patabendige Don, que cumplirá 59 años en noviembre, natural de Sri Lanka, fue nombrado secretario de la Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos el 10 de diciembre del 2005. Benedicto XVI lo llamó a la Curia para el segundo nombramiento de relieve de su pontificado, tras el de William Joseph Levada como prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe. Junto con el nuevo secretario de Estado, el cardenal Tarcisio Bertone, monseñor Ranjith forma parte, pues, del estrecho círculo de colaboradores de la Curia romana elegido personalmente por el papa Ratzinger
Entrevista de Gianni CardinaleExcelencia, ¿cómo nació su vocación?
ALBERT MALCOM RANJITH PATABENDIGE DON: Nací en una familia de buenos católicos. En nuestra parroquia se vivía con alegría la santa y buena tradición de la Iglesia, donde la misa diaria era una práctica difundida entre muchos fieles de a pie. La administraba un bravo misionero francés, un oblato de María Inmaculada, el padre Jean Habestroh, que dio todo por Jesús y por Su Iglesia. Un verdadero modelo de entrega. Y así, dentro de esta intensa vida de fe en la familia y en la parroquia, la llamada a dedicarme plenamente al servicio del Señor nació en mí cuando era pequeño y maduró, cuando era monaguillo, casi de manera natural.
¿Dónde ha estudiado?
RANJITH: En un colegio de los Hermanos de las escuelas cristianas de La Salle, colegio de óptima calidad, donde la vida de devoción era muy intensa. Todos los días rezábamos el rosario, y casi todos éramos miembros de la Legio Mariae. Tuve suerte, porque en el colegio no sólo crecí a nivel de conocimientos científicos y de formación cultural, sino también en la vida espiritual. Y los Hermanos de La Salle eran guías ejemplares.
Usted frecuentó el seminario mayor nacional de Kandy desde 1966 a 1970…
RANJITH: Tenía 18 años cuando ingresé. Mi padre al principio no estaba muy contento, porque era el primogénito y único hijo varón. Pero luego, gracias sobre todo a mi madre, mis padres se pusieron de acuerdo y me dieron el permiso de ingresar en el seminario. Después de acabar los estudios filosóficos y tras un periodo que pasé fuera del seminario, el primer y único cardenal que ha tenido Sri Lanka, Thomas Benjamin Cooray, me envió a Roma, al Colegio de Propaganda Fide, para completar los estudios teológicos.
Y en Roma fue ordenado sacerdote.
RANJITH: Sí, el 29 de junio de 1975. Éramos más de 300 diáconos ordenados por Pablo VI con motivo del Año Santo. Posteriormente estudié en el Pontificio Instituto Bíblico, donde, después de cuatro años, conseguí la licenciatura en Sagrada Escritura. Durante estos años tuve la suerte de poder seguir un curso de ocho meses en la Universidad hebrea de Jerusalén, donde recibí de los profesores rabinos un gran sentido de amor por la Palabra de Dios. Tierra Santa está llena de Dios y de su amor por la humanidad, un amor que en aquellos lugares casi se puede tocar con la mano. Mi vocación sacerdotal se enriquecía con nuevas fuerzas espirituales cada día que respiraba aquel aire.
¿Quiénes fueron sus maestros?
RANJITH: Era alumno del entonces padre Carlo Maria Martini, inteligente y capaz: nos enseñaba el Evangelio de san Lucas y la crítica textual. También tenía como profesor a otro jesuita, hoy cardenal, el padre Albert Vanhoye. Fue el director de la tesina que escribí en 1978 sobre la Carta a los Hebreos para la licenciatura en Sagrada Escritura. De la Urbaniana me quedó grabada la figura del padre Carlo Molari: presentaba la doctrina dogmática en una clave diversa, pero interesante, que suscitaba el debate y nos abría los ojos para gustar el verdadero valor de la teología. Había muchos profesores buenos. Me acuerdo de monseñor Stefano Virgulin y del padre comboniano Pietro Chiocchetta: no enseñaban de modo libresco, sino con una fe intensa en Jesús.
Al terminar los estudios en 1978 regresó a su patria.
RANJITH: Fui vicepárroco en una zona poco desarrollada, en una aldea de pescadores, todos católicos. Y allí comencé a descubrir la conexión de la teología con la vida diaria de los fieles mediante el gran vehículo de la liturgia. Quien celebra y reza intensamente es ayudado a poner en práctica lo que celebra. Luego fui párroco en otras aldeas de pescadores. Eran muy pobres, pero tenían una gran fe. Y precisamente mediante el contacto con estas realidades he descubierto la necesidad de que la Iglesia se ocupe también de la justicia social. Desde entonces el amor por la liturgia y el amor por los pobres, dos verdaderos tesoros de la Iglesia, han sido el norte de mi vida de sacerdote. Aunque en aquel entonces no me imaginaba siquiera que un día iba a ser secretario de la Congregación para el culto divino…
¿Cómo ayudó a estas poblaciones?
RANJITH: Aproveché las amistades que había cultivado en Roma y Alemania. Llamé a mis viejos amigos y, gracias a Dios, las ayudas llegaron. Gracias también a esta actividad fui nombrado en 1983 director nacional de las Obras pontificias misionales. Cargo que desempeñé durante diez años. Y como director participé en muchos encuentros con los otros directores de las Obras pontificias misionales diseminadas en todo el mundo. Estas reuniones me han ayudado a tener una visión verdaderamente católica, universal de la Iglesia.
En 1991 fue nombrado obispo auxiliar de Colombo. ¿Cómo vivió esta primera experiencia episcopal?
RANJITH: Como obispo auxiliar pude ampliar mi presencia en toda la diócesis y de este modo colaborar con mi obispo ordinario. Pude descubrir además que el pueblo cristiano quiere sentir cercanos a sus pastores de los cuales se espera una vida que refleje la del pastor supremo, Jesús. Durante este periodo, a petición del episcopado, coordiné con el gobierno y la Santa Sede la preparación del viaje del papa Juan Pablo II a Sri Lanka en enero de 1995. Fue también una gran experiencia. Era conmovedor ver a nuestros fieles acercarse al Papa con gran afecto.
¿Era la primera vez que un papa pisaba la tierra de Sri Lanka?
RANJITH: No, treinta años antes, en diciembre de 1970, Pablo VI, al volver de Australia a Roma, se detuvo en Colombo, donde celebró una misa en el aeropuerto. Yo entonces era un joven seminarista y aún me acuerdo de la alegría con que los católicos, aunque no sólo ellos, se reunieron en torno a la figura del primer papa que pisaba nuestra isla.
A finales de 1995 fue llamado a dirigir la nueva diócesis de Ratnapura, donde permaneció hasta 2001.
RANJITH: Me pidieron que me encargara de una diócesis nueva, recién constituida, situada en el interior del país. Y acepté. Fueron cinco años muy felices, a pesar de los problemas que hay siempre, sobre todo cuando se debe construir toda la estructura diocesana. Aprendí a estar cerca del clero –que en Ratnapura estaba algo dividido– y a los fieles, la mayoría de ellos era y sigue siendo muy pobre. Ya no se trataba de pescadores, sino de cultivadores de las plantaciones de té.
¿Cuántos eran los católicos en Ratnapura?
RANJITH: Sólo el dos por ciento. Pero con el resto de la población, en su gran mayoría budista, las relaciones era óptimas. Cuando entré en la diócesis como obispo, fui a visitar todos los templos budistas de la ciudad y a entrevistarme con los monjes. Desde el primer día creamos un organismo de diálogo y de cooperación en esos terrenos, como el social, donde era posible. Con algunos de estos monjes nació una amistad muy fuerte. A ellos, a veces, les hemos pedido consejos y sugerencias cuando construíamos nuevas iglesias.
Y, sin embargo, en los últimos tiempos, se han discutido en Sri Lanka nuevas leyes para impedir la conversión de una religión a otra.
RANJITH: Se trata de una cuestión que se discute a nivel nacional y que se debe a la vieja guerra entre la minoría tamil, sobre todo hindú, y la mayoría cingalesa, budista, aunque también se debe a las actividades poco correctas de algunas sectas cristianas fundamentalistas. La mayoría cingalesa-budista tiene miedo de que las minorías, la tamil-hindú, pero también las comunidades cristianas que existen tanto entre los tamiles como entre los cingaleses, quieran conquistar una posición dominante en la sociedad, y entonces reacciona y trata de controlarlas, creando a veces en ellas un sentimiento de opresión. Esto a nivel general. Pero cuando era obispo en Ratnapura, allí la situación era tranquila, entre otras cosas porque quedaba fuera de las zonas más calientes del conflicto, que son las del noreste del país.
En 2000 fue publicada la declaración Dominus Iesus, sobre la unicidad salvífica de Jesús. ¿Creó problemas en el diálogo con los budistas?
RANJITH: En verdad, había habido un problema en 1994, cuando Juan Pablo II publicó el libro-entrevista con Vittorio Messori titulado Cruzando el umbral de la esperanza, en el que había algunas frases sobre el budismo que provocaron reacciones. Pero los que dieron amplia difusión a estas afirmaciones eran extranjeros procedentes del extranjero. Fueron ellos los que dieron publicidad en los periódicos de Sri Lanka a la noticia de que el Papa en este libro había atacado al budismo. Eran artículos que encendían las tensiones, aunque muchos ni siquiera habían leído el libro del Papa. Pero un monje budista, que yo conocía, escribió en el principal periódico en inglés de Sri Lanka, el Daily News, un artículo en que defendía al Santo Padre. Este monje escribió que, según las indicaciones de Buda, todas las enseñanzas debían ser sometidas a la crítica, también la suyas. Por tanto, el Papa tenía derecho a decir lo que según él era negativo en la religión budista. Paradójicamente fueron más los teólogos católicos que criticaron al Papa que los mismos budistas. Más o menos sucedió lo mismo con la Dominus Iesus: los mayores ataques procedieron de los teólogos católicos y en menor medida de los demás. En estas cosas a menudo uno se deja guiar por sus propias emociones más que por un análisis de los hechos. Y así se crean situaciones antipáticas e inútiles.
De todos modos, durante la visita de Juan Pablo II a Sri Lanka en enero de 1995 los líderes budistas no participaron en el encuentro con el Papa…
RANJITH: Los líderes, no, pero muchísimos fieles budistas participaron con alegría. He de decir que el altar principal en el que el Papa celebró la santa misa, en la explanada de Galle Face, fue diseñado y construido por un monje budista, amigo nuestro, que así se negó a ser instrumentalizado por los otros.
Volvamos a la actualidad. ¿Qué piensa del intento de introducir leyes en su país contra las conversiones?
RANJITH: Ante todo, los cristianos le decimos claramente a la mayoría budista que no deseamos subvertir las tradiciones religiosas y culturales en que se reconoce la mayoría del pueblo de Sri Lanka. Y además, si una ley de este tipo fuera aprobada, puede ser que no todas la consecuencias sean negativas. Querrá decir que el Señor quiere poner a prueba nuestra fe y no dudo de que con su ayuda la fe de nuestro pueblo se reforzará.
El 1 de octubre de 2001 fue publicado su nombramiento como secretario adjunto de Propaganda Fide. ¿Cómo recuerda esta llamada a Roma?
RANJITH: En 1995, además de obispo de Ratnapura, era también secretario general de la Conferencia episcopal y presidente de la Comisión episcopal para la justicia y la paz. Junto con el vicepresidente de esta Comisión, el obispo de Mannar, Joseph Rayappu, de etnia tamil, trabajé mucho para que el gobierno de Colombo y los Tigres tamiles se reunieran en torno a la mesa de las negociaciones que desembocaron en el cese del fuego, que por desgracia se rompió este verano. Recuerdo que con monseñor Rayappu conseguimos llevar a 26 monjes budistas a la zona controlada por los tamiles para tratar de romper la hostilidad que animaba tanto a los budistas como a los tamiles a causa de las atrocidades cometidas por ambos en el pasado. El encuentro entre los dos grupos fue una experiencia muy feliz. Precisamente cuando estaba ocupado en estas iniciativas de paz me llamó el nuncio apostólico para comunicarme la decisión del Papa de nombrarme secretario adjunto de Propaganda Fide y preguntarme si aceptaba el nombramiento. Frente al deseo del papa dije que sí. De este modo llegué a Roma para desempeñar mi misión en la Congregación dirigida por el cardenal Crescenzio Sepe.
Donde permaneció casi dos años.
RANJITH: Fue un periodo muy interesante. Para mí se trató un poco como una continuación del trabajo que ya había hecho como director de las Obras pontificias misionales en Sri Lanka. Casi dos años durante los que he tratado de ser lo más posible auténtico, leal y sincero en mi trabajo. He tratado de valorizar al máximo el papel de los directores nacionales de las Obras pontificias misionales en las varias Iglesias locales, y de salvaguardar las transparencia absoluta en todas las delicadas cuestiones financieras que conciernen a estas obras.
El 29 de abril de 2004 se publicó su nombramiento como nuncio apostólico en Indonesia y Timor oriental.
RANJITH: Después de un periodo de reflexión me pidieron que aceptara ser nuncio apostólico. Acepté con gran interés. Aunque para mí se trataba de una experiencia nueva, en un terreno que para mí era misterioso. Como obispo había colaborado con la nunciatura de Colombo, pero no había recibido la formación especial que tienen los nuncios. Diría que fue una experiencia muy rica y he tratado de estar a lado de aquella Iglesia y de sus pastores y manifestarles de este modo la cercanía del Santo Padre.
Durante su permanencia en Yakarta tuvo lugar el tsunami que afectó al sureste asiático. ¿Cómo vivió esa experiencia?
RANJITH: En aquellos días había venido a visitarme un queridísimo amigo, el arzobispo de Viena, cardenal Christoph Schönborn. Al saber la noticia, dejamos el programa que habíamos establecido para él y nos fuimos a Banda Aceh. Fue un viaje extremadamente dificultoso, pero conseguimos llegar y visitar la zonas afectadas. Fue un espectáculo terrible: muerte y destrucción por todas partes. Pasamos dos días como misioneros, dormíamos en alojamientos improvisados sin agua corriente ni electricidad. Pero nos alegró poder estar al lado de la pequeña comunidad católica de Banda Aceh y también de la isla de Nias. La voz del cardenal Schönborn, que desde aquella zona refería a las radios y televisiones europeas su experiencia, fue determinante en la solidaridad que recibimos de todo el mundo. Posteriormente a través de la red de la Cáritas y la ayuda de la Santa Sede conseguimos establecer un programa sólido de ayudas para esas poblaciones. La Cáritas indonesia estaba inactiva, de modo que con la ayuda del cardenal arzobispo de Yakarta y de la Cáritas internationalis conseguimos reactivar este organismo eclesial y establecer proyectos de ayuda para la reconstrucción de aquellas zonas. Me acuerdo que participamos en reuniones interminables pero importantes, gracias a las cuales pudimos dar nuestra aportación como Iglesia católica a las poblaciones afectadas por esta enorme tragedia.
Poco antes de su nombramiento como nuncio, L’Osservatore Romano del 26-27 de abril de 2004 publicó un artículo suyo en el que comentaba la instrucción Redemptionis Sacramentum «sobre algunas cosas que se deben observar y evitar acerca de la Santísima Eucaristía», publicada poco antes por la Congregación para el culto divino y la Congregación para la doctrina de la fe…
RANJITH: El artículo lo escribí a petición del prefecto de la Congregación para el culto divino, el cardenal Francis Arinze. Me había parecido una instrucción muy útil y necesaria, por lo que me alegré comentarla.
Fue un artículo, por así decir, profético, visto el cargo que desempeña usted hoy…
RANJITH: No lo sé. Pero como decía antes, siempre me he interesado por la liturgia, sobre todo en sus aspectos pastorales, y siempre he tratado de leer y documentarme sobre estos aspectos. Y me acuerdo que cuando me encontraba con el entonces cardenal Ratzinger, a menudo en nuestros coloquios acabábamos hablando de liturgia.
¿Cómo conoció al cardenal Ratzinger?
RANJITH: Por una cuestión relativa a Sri Lanka, la del teólogo Tissa Balasuriya, que había escrito un libro, Mary and human liberation, en el que se hacía un análisis teológico difícilmente compatible con la doctrina católica. En aquel entonces yo era un joven obispo recién nombrado, me interesé por este libro y coordiné una comisión episcopal creada expresamente para estudiar este texto. En 1994, al final de los trabajos de esta comisión, la Conferencia episcopal publicó un comunicado con el que se avisaba a los fieles de que el libro no reflejaba la doctrina de la Iglesia. Este comunicado desencadenó a nivel mundial una campaña de prensa contra nosotros y a favor del padre Balasuriya. La controversia fue tan fuerte que Roma comenzó a investigar. Me convocaron a la Urbe para explicar lo que estaba ocurriendo al Papa y al prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe, el cardenal Ratzinger. Las afirmaciones del padre Balasuriya eran tan graves que en enero de 1997 fueron condenadas formalmente por la Congregación y él mismo, al no retirarlas, fue excomulgado latae sententiae. Excomunión que terminó el año siguiente tras una solemne declaración pública del padre Balasuriya.
Fue, pues, en este ámbito donde comenzó a frecuentar al cardenal Ratzinger…
RANJITH: Sí, lo vi varias veces y en esas ocasiones tuve la posibilidad de ilustrar mis impresiones y mis preocupaciones de obispo, especialmente respecto a la cuestión del diálogo interreligioso y también a las cuestiones litúrgicas. Cuando luego me llamaron a Propaganda Fide puede verme con él más a menudo, por ejemplo, durante las asambleas ordinarias del dicasterio del que formaba parte también él. Así que, además de ser un ávido lector de sus libros, aprendí a apreciar personalmente sus dotes humanas. En él he visto siempre a un gran teólogo y en sus palabras no a un pedante, sino esencialmente a una persona cercana al Señor.
En Yakarta estuvo poco menos de dos años. El 10 de diciembre de 2005 fue publicado su nombramiento como secretario del Culto Divino. ¿Se esperaba esta nueva llamada de Roma?
RANJITH: Recuerdo que Benedicto XVI me convocó en audiencia en Castelgandolfo durante el verano de 2005, era mediados de septiembre, y me preguntó si quería aceptar el nombramiento como secretario de la Congregación para el culto divino. Le dije que sí. Siempre me ha interesado la liturgia, que considero la llave de la relación entre fe y vida, porque según se celebre la liturgia así se vive la fe cristiana. La liturgia por un lado exterioriza la fe, por el otro, la alimenta. La posibilidad de dar sobre esta cuestión, que al papa Benedicto interesa mucho, mi modesta aportación me ha colmado de alegría el corazón.
Excelencia, su primera aparición pública como secretario de la Congregación para el culto divino fue una conferencia pronunciada con motivo de la presentación del libro de Uwe Michael Lang, oratoriano de origen alemán residente en Londres, Rivolti al Signore. L’orientamento nella preghiera liturgica (Cantagalli, Siena, 2006, pp. 150, 19.40 euros), que tuvo lugar el 27 de abril en el Instituto patrístico Agustinianum de Roma. El volumen, publicado en alemán en 2003, contiene una introducción del entonces cardenal Joseph Ratzinger, publicada por primera vez en italiano en el número de marzo de 2004 de 30Días. ¿Qué le ha llamado la atención de este libro?
RANJITH: Ya había leído este libro y la estupenda introducción del entonces cardenal Ratzinger. Así que cuando recibí la invitación, acepté inmediatamente. Porque ha sido una ocasión para que nazca un debate muy positivo en la Iglesia. Se habla mucho de participación de los fieles en la liturgia. Pero, ¿participan más los fieles si el sacerdote celebra versus populum o si celebra hacia el altar? De hecho no puede decirse que la participación sea más activa si el sacerdote celebra hacia el pueblo; puede ser que en este caso el pueblo se distraiga. ¿Es participación verdadera cuando durante la señal de la paz en la iglesia se crea gran confusión, con sacerdotes que a veces van a dar la paz hasta los últimos bancos? ¿Se trata de la actuosa participatio, deseada por el Concilio Vaticano II o simplemente de una gran distracción que no ayuda para nada a seguir con devoción el momento sucesivo de la misa? Por no hablar de que a veces se olvida decir el Agnus Dei… Repito, el libro del padre Lang es una provocación muy útil, comenzando por la introducción en la que el cardenal Ratzinger recuerda que el Concilio no pidió nunca la abolición del latín ni revolucionar la dirección de la oración litúrgica.
Su entrevista al periódico La Croix del 25 de junio, titulada “La reforma litúrgica del Vaticano II no ha despegado nunca” metió mucho ruido. ¿Puede explicarnos mejor sus opiniones sobre la reforma litúrgica realizada tras el Concilio Vaticano II?
RANJITH: Esas palabras fueron puestas fuera de contexto. No estimo negativamente todo lo que ha ocurrido después del Concilio. Dije que el resultado que se esperaba de la reforma litúrgica no se ha manifestado. Nos preguntamos si la vida litúrgica, la participación de los fieles en las sagradas funciones, es más alta y mejor hoy respecto a la de los años cincuenta. Se critica el hecho de que antes del Concilio los fieles no participaban realmente en la misa, sino que asistían pasivamente o hacían devociones personales. Pero ¿participan de verdad hoy los fieles de un modo espiritualmente más elevado y personal? ¿Ha sucedido realmente que muchos que estaban fuera de la Iglesia se han puesto en fila para entrar en nuestras iglesias con las nuevas liturgias? ¿O no ha sucedido acaso que muchos se han ido y que las iglesias se han vaciado? ¿De que reforma se habla entonces?
Culpa de la secularización.
RANJITH: Por supuesto, pero dicha situación es también el fruto de la manera de tratar, o mejor dicho, de maltratar la liturgia… En mi opinión, las expectativas del Concilio de una liturgia mejor comprendida y por tanto espiritualmente más fecunda, han sido defraudadas una vez más. De modo que queda mucho por hacer, para que las iglesias se llenen de nuevos fieles que durante las sagradas liturgias se sientan verdaderamente tocados por la gracia del Señor. En un mundo secularizado, en vez de tratar de elevar los corazones hacia la grandeza del Señor, se ha tratado, creo yo, de rebajar los misterios divinos a un nivel trivial.
Cuando fue nombrado secretario del Culto divino, algunos periódicos escribieron que usted tiene muy buenas relaciones con el mundo lefebvriano. ¿Es verdad?
RANJITH: No conocí a monseñor Marcel Lefebvre por obvios motivos de edad, porque él es de otra época. Pero sí he tenido algún que otro contacto con seguidores suyos. Pero no soy un apasionado de los lefebvrianos. Por desgracia aún no han regresado a la comunión plena con la Santa Sede, pero lo que dicen algunas veces sobre la liturgia lo dicen con conocimiento de causa. Y por ello son un aguijón que debe hacernos reflexionar sobre lo que estamos haciendo. Esto no quiere decir que puedo ser definido como un afiliado o un amigo de los lefebvrianos. Yo comparto algunos puntos de los llamados “no global” respecto a la justicia social, pero esto no quiere decir que soy uno de ellos… Además, la misa tridentina no es propiedad privada de los lefebvrianos. Es un tesoro de la Iglesia y de todos nosotros. Como dijo el Papa a la Curia romana el año pasado, el Concilio Vaticano II no es un momento de ruptura, sino de renovación en la continuidad. No se descarta el pasado, sino que se crece sobre él.
¿Quiere decir esto que la misa llamada de san Pío V no ha sido nunca abolida?
RANJITH: El hecho de que la Santa Sede haya aprobado recientemente la institución en Burdeos de una sociedad de vida apostólica de derecho pontificio caracterizada por el hecho de usar exclusivamente los libros litúrgicos preconciliares [se trata del Instituto del Buen Pastor que reúne a algunos ex lefebvrianos, n. de la. r], significa de manera inequívoca que la misa de san Pío V no puede considerarse abolida por el nuevo misal llamado de Pablo VI.
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