martes, 17 de abril de 2007

H. de Lubac: El cristianismo, religión del Verbo "abreviado"

Posted by Rubén García  |  at   14:08

Tomado de Exégesis Medieval. Los cuatro sentidos de la Escritura (vol. III)

En Jesucristo, que era su fin, la antigua Ley encontraba precedentemente su unidad. De siglo en siglo, toda esta Ley convergía hacia Él. Es Él quien, desde la «totalidad de las Escrituras», formaba ya «la única Palabra de Dios». […] En Él, los «verba multa» (las muchas palabras) de los escritores bíblicos se convierten para siempre en «Verbum unum» (la única Palabra). Sin Él, en cambio, el vínculo se rompe: de nuevo la palabra de Dios se reduce a fragmentos de «palabras humanas»; palabras múltiples, no solamente numerosas, sino múltiples por esencia y sin unidad posible, porque, como constata Hugo de San Víctor, «multi sunt sermones hominis, quia cor hominis unum non est» (numerosas son las palabras del hombre, porque el corazón del hombre no es uno). […]

Continúa...
He aquí, pues, este Verbo único. Helo aquí entre nosotros «que sale de Sión», que ha tomado carne en las entrañas de la Virgen. «Omnem Scripturae universitatem, omne verbum suum Deus in utero virginis coadunavit» (todo el conjunto de las Escrituras, todas sus palabras, Dios las reunió en las entrañas de la Virgen) […]

Helo aquí ahora, total, único, en su unidad visible. Verbo abreviado, Verbo «concentrado», no solamente en este primer sentido que Aquel que es en sí mismo inmenso e incomprensible, Aquel que es infinito en el seno del Padre se contiene en el seno de la Virgen o se reduce a las proporciones de un niño en el establo de Belén, como le gustaba decir a san Bernardo y a sus hijos, como repetían M. Olier en un himno para el Oficio de la vida interior de María, y, apenas ayer, el padre Teilhard de Chardin; pero también y al mismo tiempo, es en este sentido que el contenido múltiple de las Escrituras diseminadas a lo largo de los siglos de la espera viene por entero a amontonarse para cumplirse, es decir, unificarse, completarse, iluminarse y trascenderse en Él. Semel locutus est Deus (Dios ha pronunciado una sola palabra): Dios pronuncia una sola palabra, no sólo en sí mismo, en su eternidad sin vicisitudes, en el acto inmóvil con que genera al Verbo, como recordaba san Agustín; sino también, como enseñaba antes san Ambrosio, en el tiempo y entre los hombres, en el acto con que envía su Verbo a habitar en nuestra tierra. « Semel locutus est Deus, quando locutus in Filio est» (Dios ha pronunciado una sola palabra, cuando habló en su Hijo): porque es Él quien da sentido a todas las palabras que lo anunciaban, todo se explica en Él y solamente en Él: «Et audita sunt etiam illa quae ante audita non erant ab iis quibus locutus fuerat per prophetas» (y entonces se comprendieron también todas aquellas palabras que antes no habían entendido aquellos a los que había hablado por medio de los profetas). […]

Sí, Verbo abreviado, «abreviadísimo», «brevissimum», pero sustancial por excelencia. Verbo abreviado, pero mayor de lo que abrevia. Unidad de plenitud. Concentración de luz. La encarnación del Verbo equivale a la apertura del Libro, cuya multiplicidad exterior deja percibir la «médula» única, esta médula de la que se alimentarán los fieles. De modo que con el fiat (hágase) de María que responde al anuncio del ángel, la Palabra, hasta entonces solamente «oíble para los oídos», se vuelve «visible para los ojos, palpable para las manos, llevadera a hombros». Aún más: se vuelve «comible». Nada de las verdades antiguas, nada de los preceptos antiguos se ha perdido, sino que todo ha pasado a un estado mejor. Todas las Escrituras se reúnen en las manos de Jesús como el pan eucarístico, y trayéndolas, él trae a sí mismo en sus manos: «toda la Biblia en sustancia, para que nosotros hagamos de ella un sólo bocado…». «En varias ocasiones y con diferentes formas» Dios había distribuido a los hombres, hoja por hoja, un libro escrito, en que una Palabra única estaba escondida bajo numerosas palabras: hoy él les abre este libro, para mostrarles todas estas palabras reunidas en la Palabra única. Filius incarnatus, Verbum incarnatum, Liber maximus (Hijo encarnado, Verbo encarnado, Libro por excelencia): el pergamino del Libro es ahora su carne; lo que está escrito es su divinidad. […]

Toda la esencia de la revelación está contenida en el precepto del amor; en esta sola palabra, «toda la Ley y los Profetas». Pero este Evangelio anunciado por Jesús, esta palabra pronunciada por Él, si todo lo contiene es porque es el propio Jesús. Su obra, su doctrina, su revelación: es Él. La perfección que enseña, es la perfección que trae. Christus plenitudo legis (Cristo, plenitud de la ley). Es imposible separar su mensaje de su persona, y los que lo intentaron no tardaron mucho en caer en la tentación de traicionar el mensaje: persona y mensaje, en fin, son una sola cosa. Verbum abbreviatum, Verbum coadunatum: Verbo condensado, unificado, perfecto. Verbo vivo y vivificante. Contrariamente a las leyes del lenguaje humano, que se aclara explicándolo, este, de oscuro pasa a ser manifiesto presentándose bajo su forma abreviada: Verbo pronunciado primero «in abscondito» (ocultamente), y ahora «manifestum in carne» (manifiesto en la carne). Verbo abreviado, Verbo siempre inefable en sí mismo, y que, sin embargo, lo explica todo. […]

Las dos formas del Verbo abreviado y dilatado son inseparables. El Libro, permanece, pero al mismo tiempo pasa por entero a Jesús y para el creyente su meditación consiste en contemplar este paso. Manes y Mahoma escribieron libros. Jesús, en cambio, no escribió nada; Moisés y los demás profetas «escribieron de él». La relación entre el Libro y su Persona es por tanto lo opuesto de la relación que vemos en otros ámbitos. Así la Ley evangélica no es una «lex scripta» (ley escrita). El cristianismo, propiamente hablando, no es una «religión del Libro»: es la religión de la Palabra –pero no única ni principalmente de la Palabra bajo su forma escrita. Es la religión del Verbo, «no de un verbo escrito y mudo, sino de un Verbo encarnado y vivo». Ahora la Palabra de Dios está aquí entre nosotros, «de tal manera que se ve y se toca»: Palabra «viva y eficaz», única y personal, que unifica y sublima todas las palabras que le dan testimonio. El cristianismo no es «la religión bíblica»: es la religión de Jesucristo.

Sobre el autor

Blog del departamento de Teología del Istic

1 comentarios :

Anónimo dijo...
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